La Fiesta en Cuarentena (Parte II)


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Los mensajes festivos de la naturaleza.  Atardecer en Bogotá. Foto Marcos González Pérez, 23 de mayo de 2020.

I

La Fiesta, como manifestación social, tiene unos tiempos, unos lugares o espacios y unas formas de celebración. Estos tres ejes son inamovibles cuando se trata de escenificar un objeto celebrado, es decir el referente que convoca a los sujetos celebrantes. La gran diferencia con los eventos festivos consiste en eso precisamente: la fiesta se data, tiene una fecha, determinada por el referente que se celebra: el aniversario de la Batalla de Boyacá es el 7 de agosto, no el 3 de agosto, como se impuso oficialmente el pasado año 2108 dado que el día coincidía con la posesión del presidente de turno. Primero la posesión, después la nación, se podría afirmar con contundencia. Pero no era la primera vez que esto acontecía. Esto se presenta con cierta frecuencia cuando se trata de las fiestas, que podemos llamar genéricamente de nación, clasificadas en patrióticas, nacionales, republicanas o cívicas.

En otras oportunidades se cambia el objeto celebrado. En 1925, el 7 de agosto dejo de ser el día del aniversario nacional y se convirtió en el Día de la Bandera y en 1978, se volvió a cambiar por el Día del Ejército. Acciones de los poderes políticos que acomodan los calendarios festivos a sus intereses. Desviaciones de la fiesta, dicen los estudiosos. (Ver: González Pérez, Marcos, Las Fiestas de Nación en Colombia, Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2019). También Tomás Cipriano de Mosquera, en el siglo XIX, como presidente de la República de la Nueva Granada (1845-1849) decidió que se debía celebrar el 24 de julio, día del nacimiento de Simón Bolívar, como una fecha fundacional y no el 20 de julio, suceso que consideraba una gazapera de vagabundos. Claro, era un apasionado seguidor de Bolívar.  Bajo estas desviaciones es difícil lograr que las fiestas de nación sean asumidas socialmente. 

Estas definiciones tienen en Colombia otra arista: El aniversario de la batalla de Boyacá, aprobado oficialmente como objeto de celebración  de la fiesta de la nación en agosto de 1886, en el marco del inicio del gobierno de las políticas de la Regeneración, busca consolidarla como la fiesta que se debe conmemorar en reemplazo del 20 de julio, que fue enarbolada por los liberales radicales.

Esa otra cara de la fiesta es la disputa política entre los poderes por definir que se celebra o conmemora.  A finales de siglo XIX, con la derrota militar en la guerra de  1885,  el liberalismo radical pierde el poder y el control del gobierno pasa a los sectores que se denominaron de la Regeneración Política, en cabeza de Rafael Nuñez, sector que aprueba una nueva constitución en 1886 y oficializa el 7 de agosto como fiesta de la nación.  

Mediante el Decreto 454 de 1886,  se declara fiesta nacional el día 7 de agosto como el aniversario de la batalla de Boyacá, documento que contiene entre sus considerandos el enunciado de que ese día “se libró en el campo del Puente de Boyacá la gloriosa batalla que aseguró la Independencia y Libertad de Colombia”.

Una afirmación que busca desvirtuar el principio según el cual el 20 de julio es el día conmemorativo de la Independencia y de la Libertad, como lo aseguraban los liberales radicales.  Además consideran  como deber el conmemorar eternamente el aniversario de la gran batalla dado que es el suceso de más trascendentales resultados para la Independencia de Colombia y de las demás repúblicas hermanas.

Aprueban además crear un lugar referencial al ordenar trasladar la estatua del Libertador, destinada para el Templete del Parque del Centenario, al sitio donde tuvo lugar aquel combate, es decir la zona donde está situado el puente de Boyacá. Es tajante la observación del lugar, así que el 7 de agosto como referente no se puede celebrar en Tolemaida, sede de una guarnición militar situada en Melgar -Tolima-  como aconteció ese 2018.

Así pues, se consagran referentes diferentes, lugares de memoria diferentes y tiempos diferentes, que dejan ver la complejidad, por lo menos política, en el proceso de construcción de una nación. Es evidente que quién controla el poder político determina los calendarios festivos de la nación.

Lo clave es diferenciar el evento, acto que se puede programar en cualquier fecha, mientras que la fiesta patrimonial es inamovible como referencial social.

II

El gran espejo de los tiempos de la fiesta se condensa en los calendarios festivos. El calendario visualiza una de las características de una fiesta; tiene una fecha inamovible, se data en el tiempo natural o social y determina un antes y un después. Rompe el tiempo y fractura lo rutinario hasta alcanzar lo sublime en los seres humanos: medir su existencia humana por el trazo del tiempo de lo extraordinario, como es el de la fiesta. Hay que tener en cuenta que también existen las fiestas ocasionales que celebran grandes acontecimientos o que pueden surgir de un acontecimiento local. Digamos, como ejemplo, que el carnaval de Riosucio en Colombia se realiza cada dos años, años impares, con una programación que se inicia en el año par y culmina en la primera semana de enero del año siguiente. Una fecha es importante: el 6 de enero, fiesta de los reyes magos en el mundo católico, es un corte importante en este carnaval. “El Carnaval de Riosucio, como casi todos los carnavales del mundo, tiene sus orígenes en eventos católicos. En este caso, el nuestro no está relacionado con la cuaresma, previa a la semana santa, sino con la Fiesta de Reyes”. (ALZATE, Aníbal, Ritual de Carnaval, en La Fiesta en Colombia, Credencial Historia, Bogotá, 2017, p. 77) 

Otra fecha para su escenificación lo acercaría peligrosamente a ser caracterizado como un evento.   

III

Otro tipo de fiesta que se ha acomodado a los vaivenes de la definición de tiempos y referentes es la fiesta religiosa. Ya en 1835 el papa Gregorio XVI expidió una Bula reduciendo los días festivos religiosos de guardar en la Nueva Granada y en el año de 1966, los líderes de la iglesia católica en Colombia enviaron una solicitud a Roma buscando eliminar la mayoría de fiestas religiosas que se celebraban en el país, alegando que se habían convertido en una excusa para la juerga. Pedían que se dejaran como días de guardar y asueto los festivos del 8 y 25 de diciembre y el 1º de enero. El trasfondo de la solicitud radica en que los festivos se habían convertido en fechas para la diversión y se estaba perdiendo la tradición de celebrar el culto religioso. 

En la Colombia de hoy solo ciertas fiestas religiosas, se  consideran jurídicamente días de descanso. Esta variación referencial fue originada por la promulgación de la libertad de cultos en la Constitución colombiana aprobada en 1991 y con base en ello la Corte Constitucional de Colombia determinó mantener las fechas de algunos fastos católicos, reafirmados por las autoridades católicas y el poder ejecutivo con base en lo decretado en la Ley 37 de 1905, precisando que se consideraban como días festivos en razón de la tradición histórica, cultural y espiritual del pueblo colombiano. Sin embargo, no se consideraron como días o fiestas de guardar desde la práctica religiosa, sino días de descanso remunerado.  La iglesia católica, a través de sus jerarcas, manifestó que las solemnidades religiosas no dependían  de los días festivos y siempre se celebran en la fecha establecida en el calendario católico.

Es evidente que los tiempos de la fiesta también se negocian entre los poderes, se trata de mantener el control del calendario.

IV

Decenio Afro. Foto: Marcos González Pérez, Bogotá 21 de mayo de 2015

Durante los meses de marzo, abril y mayo, en plena cuarentena en Colombia, se han cruzado varias fiestas o días festivos que han utilizado la estrategia de lo virtual para su puesta en escena:  Día Internacional de la Mujer, Día Internacional del Pueblo Gitano, Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las víctimas, Conmemoración de la masacre de los matachines de Buena­ventura, Día de la Tierra, Día del maestro, Día Internacional de los Trabajadores, Conmemoración de la masacre en Bojayá, Chocó, Carnaval Can­nábico Colombiano, Acto de memoria del Deteni­do Desaparecido,  Día Internacional de la Danza, Día o mes  de la Afrocolombianidad, Día Mundial de la Diversidad Biológica y Día Nacional por la Dignidad de las mujeres vícti­mas de violencia sexual. Hay que sumar a estos actos conmemorativos la celebración de los 10 años de existencia del Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo,  espacio importante para el arte y la cultura festiva que programo una maratón de arte digital a través de la cual  se disfrutaron muchas actividades entre otras, la presentación de una ruta interactiva por los países que han sido invitados de honor en la programación de cada año, una línea del tiempo con las mejores producciones líricas y una imagen interactiva con la historia del Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá.

Las modalidades fueron diversas: desde saludos en el día de la conmemoración hasta jornadas de todo un día con charlas, videos, muestras de fotografía, performances y músicas logrando que no se perdiera la costumbre o la tradición de la esencia de lo festivo que se encuentra en el recordar, celebrar, conmemorar festejar o divertirse, en la fecha referencial.  

Con estas acciones se está cumpliendo con el otro eje de la fiesta: la forma.  Se trata de comprender que las adversidades o incertidumbres en ocasiones entrecruzan el campo de lo festivo pero es allí cuando los sujetos celebrantes son capaces de crear estrategias creativas para construir permanencias, defender lo patrimonial, mantener en alto las demandas por derechos, cohesionar colectivos y hacer saber que existen.   

V

En Colombia la fiesta se desenvuelve en medio de muchos peligros: el espectáculo por encima de lo patrimonial, la comercialización, la interferencia de grupos ilegales como la guerrilla o los paramilitares que buscan controlarla en las regiones, la ausencia de apoyos estatales, la ambiciones de empresas que presionan para convertir los escenarios de la fiesta en una valla gigante para promocionar el consumo de sus productos, la débil política pública de salvaguarda y ahora la pandemia producida por el virus Covid19 que obligo a cuarentenas prolongadas afectando todo tipo de reuniones masivas.  

No obstante esas amenazas, las comunidades han logrado enfrentar en muchas oportunidades las vicisitudes que se ciernen sobre la fiesta y han inventado o reinventado formas de salvaguarda. Es conveniente recordar que por ejemplo en Tumaco -Nariño- grupos ilegales hicieron explotar en el año 2012, una bomba en una estación de policía ocasionando varias muertes, lo que obligó a suspender ese año el carnaval del Fuego. Este resurgió en el año 2013, nominado Carnaval de Tumaco. En Silvia -Cauca en el año 2011 durante el Carnaval de Negros y Blancos fueron ase­sinados frente a tarima central tres agentes de policía. Según indagaciones, en terreno, existen versiones dife­rentes sobre los autores de estos asesinatos dado que son atribuidos a delincuencia común, otros afirman que fueron integrantes de las guerrillas, mientras que la otra versión, todas sin fundamento, la direccionan a que sus autores eran paramilitares. Las actividades fueron sus­pendidas al día siguiente. En el año 2012 se programa­ron de nuevo los carnavales en un intento por no dejarlos desaparecer, a pesar de los desencantos que genera un acto de violencia de esta naturaleza.

Comparsa en Carnaval de Tumaco, Colombia. Foto: Marcos González Pérez. Tumaco, Nariño. Febrero de 2013. 

Son solo dos ejemplos de los múltiples que existen en Colombia para recordar que pese a las adversidades la Fiesta Vive, si la comunidad la asume. Teniendo en cuenta que en la  Colombia de hoy, la práctica de la fiesta es un «acto de participación comunitaria» no hay duda que al aplicar este criterio la fiesta permanece. (Ver GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos, Los Nuevos Ceremoniales en Colombia. Intercultura, Bogotá, 2020).

VI

A nivel internacional, en Panamá el profesor Marino Jaén Espinosa, de la Universidad Católica Santa María La Antigua, miembro de la Red Internacional de Investigadores en Estudios de Fiesta, Nación y Cultura, -REDRIEF-, aprovechando su conocimiento sobre los festivales que se realizan en su país, propuso a los hacedores de estas fiestas la presentación de cada una de estas en las fechas acostumbradas (desde marzo, 2020) a través de un foro virtual abierto a todos los públicos.

Dice el profesor panameño sobre la experiencia: “En cuanto a la preparación del festival virtual, se sigue este procedimiento: Días antes me pongo de acuerdo con los organizadores de la fiesta para que, con base en el programa habitual del festival, reunamos fotos y videos de cada actividad, para así programar la publicación de un video o una foto cada media hora, durante el horario usual de actividades. En el caso del Festival de la Panela, la programación completa la tenemos en el Calendario Digital del Patrimonio Festivo de Panamá, aquí: http://festivaldelapanela.panamatipico.com. Con las fotos armamos un guión, de manera que resulte una narración amena e informativa. Generalmente, me baso en algún reportaje que haya hecho para PanamaTipico.com como resultado de la observación de algún festival. En el caso de la Panela, yo fui el año pasado a verlo, pero nunca publiqué el reportaje”. (Comunicación vía e-mail).

Su estrategia traspaso las fronteras y la UNESCO ha incluido el festival virtual de la Panela en su lista de experiencias creativas de patrimonio cultural vivo ante la pandemia del covid19.

VII

En suma, hoy es imprescindible, no aplazar, diferir, suspender o dejar para otra fecha, la fiesta patrimonial. La fiesta es más un universo para construir comunidad que una tarima de espectáculos sin referentes culturales. Y sus formas de expresión pueden ser diversas, inclusive utilizando los canales virtuales. Tal como lo expresa Rousseau: “No, no existe mejor y más  pura alegría que la alegría pública y los verdaderos sentimientos de la naturaleza son los que reinan sobre el pueblo”. (ROUSSEAU, Lettre a D´Alemnert, Flammarion, Paris, 1967, p.248).

Se trata de que la comunidad asuma la fiesta y cree sus formas de expresión. Es la única garantía para su permanencia.     

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