Foto: La penumbra de la naturaleza. Marcos González Pérez, Bogotá, agosto 23 de 2020.
I
En Colombia se realizan cada año alrededor de doscientos cincuenta actos festivos, que tienen relación con flora y fauna, así como con tierra, madera, fuego, agua, metal, considerados elementos de la naturaleza o con componentes del cosmos.
La tipología de estos actos festivos es múltiple. Se encuentran nominados como carnavales, festivales, días, encuentros o fiestas y se escenifican con propósitos variados: biodiversidad, conmemoraciones, salvaguardia de animales, plantas, del campo hidrográfico, cultos sacros, visibilización de minorías, rituales de comunidades, símbolos de región, denuncias por la deforestación, actos de memoria, protección de parques naturales, páramos y humedales o como iconos para cohesionar comunidades.
II
Del listado de frutos de la naturaleza que están en riesgo de desaparecer, según se ha publicado recientemente, («La lista de los cultivos tradicionales que están en riesgo de desaparecer» en El Tiempo, martes 16 de julio de 2019, pp. 1-14.) sólo la chirimoya, el algodón y la papa tienen su fiesta, pero se quedan en el cesto del olvido productos como: anón, badea, granadilla de quijo, madroño, papayuela, guama, cañafístola, pomarrosa, piñuela, ciruela hobo, icaco, níspero, pepino de agua, granada, motilón, lima dulce, chachafruto, papa china, oca, cubio, olluco, cebada, trigo, sorgo, maní y ciertas especies de papa.
III
En cambio hay otros habitantes de la madre tierra o del cosmos que tienen más suerte y cuentan con sujetos celebrantes, que los mantienen en escena. Parte de estos objetos celebrados son: cangrejos. guarapo, chigüiro, viche, calabazo, río, coco, algarroba, cuy, palma de cera, gelatina, sancocho, paletilla, frito, totumo, guandú, bollo de yuca, choibo, corocora, cotiza criolla, palma amarga, tortuga caná, burro, chicha, jardín de la vida, montaña sagrada, marihuana, cachama, bambú, guadua, diversidad biológica, abejas, tortuga charapa, rosa, ruana, pañolón, almojábana, amasijo, cachama, océanos, gallina, casabe, vaca lechera, neblina, charca, sol, luna, lechona, plátano hartón, feijoa, pastel, oveja, mararay, volcán, mar, samán, queso, arepa de huevo, panadero, baile de la cosecha, loro, tortuga carey, flamencos, pandebono, chagra, palma africana, uvita de lata, mangostino, toldo, calado, bordado, mono tití, cacao, canasto, hortaliza, arepa campesina, viento, mogolla, campesina, butifarra, perro, yuca sabrosa, luna verde, calagualas, cholado, loro coroniazul, empanada, chicharras, vino, uva, araucarias, totumo, árbol, fuego, caballo, topocho, sombrero (con palma de iraca), limón, corcho, quebrada, ronda del rio, fique, la mamona, aguacate hass, Iraca, cigua, hacha, barro, pirarucú, loro orejiamarillo, trucha, pavo, velas, fuego, rana dorada, balsa, bocadillo, cabuya, caimán, cotiza, palometa, soga, escoba, aire, semillas y bizcochuelo.
Hay que agregar el Día del campesino, creado mediante Decreto 135 de 1965, cuyo artículo primero dice:
«Artículo primero. A partir de la vigencia de este Decreto, el primer domingo del mes de junio de cada año se celebrará en todos los Municipios del país, el “Día del Campesino”». (Decreto 135 de 1965).
IV
Lo cierto es que no hay región en Colombia que no celebre algún producto de la naturaleza, trátese de la flora o de la fauna o de otros elementos terrenales o del cosmos, como un referente de pertenencia y de cohesión. En el Pacífico el viche, una bebida artesanal sacada de la caña de azúcar, en la Amazonía el Pirarucú, un pez, en la Región Andina: la arepa, en la Orinoquia: el morichal, en la región insular: el cangrejo, en el Caribe: la arepa de huevo.
De manera más detallada se encuentra que también existen municipios, corregimientos, veredas, localidades, colectivos, comunidades o asentamientos, que tienen un objeto celebrado en esta misma temática aumentando el listado a unas doscientos cincuenta fiestas, la mayoría con reinado incluido.
Respecto del origen de estas celebraciones se constata que una buena cantidad tiene más de 30 años de haber iniciado las celebraciones, aunque la mayoría han surgido en los albores del siglo XXI. La más antigua parece ser la fiesta del maíz en Sonsón, Antioquia (60 años) y la más reciente el Busongote, Festival de Amasijos y Dulces en Cajicá, Cundinamarca, surgido en el año 2018.
V
Productos de la flora han sido re-significados en los albores del siglo XXI, unos en su relación con las víctimas de violencias y otros por las estrategias de visibilización, que han utilizado colectivos de personas que se juntan alrededor de unos imaginarios.
Uno de ellos, concebido como acto simbólico por los derechos de minorías, es la Marcha mundial de la Marihuana, nominado en Colombia como Carnaval Cannábico. Se realiza desde el año 2009 en varias ciudades de Colombia, se escenifica en mayo, sin que tenga todavía un día fijo de celebración, y tiene como objetivo «celebrar la relación normal que miles de individuos establecen con la cannabis». Esta iniciativa busca la liberación de las plantas prohibidas, especialmente la marihuana, coca, amapola, además de reivindicar derechos de minorías.
Otro acto de memoria es el realizado el 31 de mayo en Bogotá, en homenaje a Rosa Elvira Cely, víctima de violencia sexual en hechos ocurridos el 24 de mayo de 2012. En memoria de Rosa Elvira se organizaron, desde 2013, una serie de actos de conmemoración que hoy hacen parte del Día de la no violencia contra la mujer. Una característica importante de este acto es la re-significación que se ha dado a la canción Rosa, que linda eres, del compositor colombiano Luis Majin Díaz, fallecido el 28 Noviembre de 2017. Esta canción es cantada en homenaje a Rosa Elvira Cely y acogida junto con la flor, la rosa, como símbolo de esta tragedia humana.
VI
Estas son razones válidas para comprender que nuestro calendario de ceremoniales o de fiestas está entrecruzado por diversos objetos celebrados, que nos muestra la complejidad social que se vive en Colombia.
Para mediados de junio se avistan las tradicionales fiestas del Corpus Christi y la del Sagrado Corazón, las cuales hay que entrecruzarlas con los nuevos festejos y los ceremoniales de reciente aparición, que aunque todavía poco conocidos, hacen parte de los calendarios de muchas comunidades y por tanto son trozos de la nación colombiana.
Están entre otros: Día de las abejas, Festival de la tortuga charapa, Festival de la piña, Festival nacional de la ruana, el pañolón, la almojábana y el amasijo, Festival Internacional de la cachama, Fiestas del rio Sinú, gran Tomatina, Feria de ganado, reinado del oro, Día del campesino, Día mundial de los océanos, Fiesta de la gallina, Fiesta nacional del café, Festival nacional del casabe, Día nacional por la dignidad de las mujeres víctimas de violencia sexual, Carnaval por la vida y por la paz y el Día mundial de los refugiados y desplazados forzosos.
Muchos de estos actos tendrán una ventana en las redes virtuales, pero de la mayoría no tenemos noticias públicas. En algunos lugares como en Garzón, Huila, han colgado videos de parejas danzando El Sanjuanero en el parque principal, acompañados de músicos, a prudente distancia, haciendo parte de la escenografía desde las escalinatas del atrio de la iglesia, como queriendo gritar que la fiesta vive, solo que se acomoda. Y no son las únicas que cuentan con hacedores, quienes van a privilegiar la memoria para enfrentarla al olvido.
Sin embargo, algunas de las fiestas que se avecinan para finales de junio solo tendrán un decreto como memoria: el de su suspensión en el año 2020. Entre estas las que se relacionan con el San Juan y el San Pedro, nominado hoy en Neiva como Festival Folclórico y Reinado Nacional del Bambuco. En la región de Huila y Tolima no habrá, en este final de junio, lechona, asado, sancocho, insulsos, achiras, guarapo de caña, avena o mistela, frutas y aguardiente, cuyos sabores endulzarían la amarga nostalgia de la fiesta.
VII
Esto nos recuerda que cuando se trata de ubicar la relación fiesta-naturaleza en el contexto social nos encontramos con una serie de sucesos que nos muestran que no todo es color de rosa, como se dice popularmente para describir situaciones de sosiego.
Uno de estos, es el caso de las personas que han sido asesinadas por defender la naturaleza contra la explotación de la minería ilegal, por la salvaguarda de los espacios naturales o de los parques nacionales, por liderar la defensa de los páramos para evitar deforestación o usos indebidos que afectan enormemente los recursos hidrográficos, los que se oponen a obras monumentales en las zonas rurales sin tener en cuenta el impacto sobre la fauna y la flora, por denunciar el comercio ilegal de animales, por oponerse al maltrato animal, o los que se oponen a los llamados ecocidios (daño al medio ambiente), propiciado por la invasión de tierras por urbanizadores piratas o «tierreros», quienes usurpan terrenos baldíos para venderlos en diminutas parcelas.
Estos líderes masacrados deberían ser nombrados en cada fiesta de flora y fauna como un homenaje a sus luchas. El 17 de mayo fue asesinado en la zona rural de Cali «Jorge Enrique Oramas, líder ambientalista que se oponía a la minería ilegal en el Parque Nacional Natural Farallones de Cali» («La otra pandemia», El Tiempo, Editorial, 31 de mayo de 2020) y que de acuerdo con estadísticas confiables es la víctima número cien en este 2020. Así al lado de la corrupción y del Covid-19 la otra pandemia «como ha denominado acertadamente el sacerdote jesuita Francisco de Roux, actual presidente de la Comisión de la Verdad, es la tragedia de la imparable racha de asesinatos de líderes sociales en el país» (Ibíd.), entre ellos muchos cuidadores del medio ambiente.
Desde febrero de 2020, «los guarda parques de los parques Puré, Apaporis, Chiribiquete, La Paya, Macarena, Tinigua y Picachos y las reservas naturales de Puinawai, y Nukak, fueron sacados de sus lugares de trabajo por presuntas disidencias de las Farc, dejando sin la presencia de funcionarios y sin gestión ambiental con comunidades locales a por lo menos 9 millones de hectáreas de selva». («En 4 meses arrasaron con 75.000 hectáreas de bosque en Colombia». El Tiempo, martes 2 de junio de 2020). A nivel mundial «un 13% de los activistas ambientalistas del mundo son asesinados y otro 18% son víctimas de violencia, según un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma d Barcelona». (“Lideres ambientalistas” El Tiempo, jueves 4 de junio de 2020, p.2.1)
El primer domingo de junio (Decreto 135 de 1965) se celebra el Día del campesino y para esta fecha de 2020 han sido asesinados en Colombia tantos campesinos y campesinas, líderes de sus comunidades, que ensombrecen a la propia naturaleza. Regiones como Chocó, Putumayo, Cauca, Huila, Cesar, Norte de Santander, Córdoba, Antioquia, Valle del Cauca, Boyacá, Caldas, Arauca, Caquetá, Nariño, se cuentan como lugares de estas tragedias.
Estos trágicos sucesos nos acompañan desde hace varias décadas interfiriendo sin cesar «ese segundo mundo y esa segunda vida» (BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Alianza, Madrid, 1989, p. 11) que nos brinda la fiesta.
Cantaremos «cuando llegue el tiempo de las cerezas», dice un trozo de una popular canción (El tiempo de las cerezas).